Área de Literatura

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  • Elogio al oficio [carteles]
    (Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2012-01) Gómez Carro, Carlos, coordinador
    El proyecto "Elogio al oficio" carteles y el libro concebido a partir de ellos, que aquí presentamos, procura hacer de la poesía algo visible a través de un instrumento tan nuevo como viejo como pueden serlo unos carteles. Carteles que se han exhibido en diversos espacios, en especial, los universitarios, los de la UAM y otras instituciones, y que pretenden intimar entre lo visual y lo poético, como en la Antigüedad lo hacían, nos explica Alberto Híjar en la solapa primera del libro, los pictogramas, "tanto para los poderes del saber como para los adoctrinadores" en los que se hacía constar el asombro de la existencia. O, como señala por su parte Óscar Oliva en la segunda solapa del volumen, el libro se propone con una finalidad estética como didascálica, de formación de lectores de poesía. Esto último, como aquello con lo que más ha simpatizado nuestra empresa. En estos carteles, el reto era que la poesía se hiciera visible, que es tanto como decir que lo visible se oiga, pues en este caso opera una sinestesia en ambos sentidos: de la vista al oído y de lo auditivo a lo visual. Los poetas aludidos en la serie son de los más diversos orígenes y tiempos. Se inicia la colección con un soneto de un escritor mexicano y español como lo fue Tomás Segovia, después otro soneto esta vez de un escritor francés extraordinario del siglo XIX, Gérard de Nerval, continuamos con otros poetas de alto registro, el argentino Jorge Luis Borges, el irlandés Samuel Beckett, el mexicano Renato Leduc, el griego Constantino Cavafis, el también mexicano José Juan Tablada, el japonés Oshima Ryata, el francés Paul Valéry, el peruano César Vallejo, el estadounidense cummings, el italiano Francesco Petrarca, el mexicano José Emilio Pacheco y culmina, en su primera serie, con un poeta anónimo que testimonia la implacable demolición de México Tenochtitlan, en la tercera década del siglo XVI, y al que podemos referirnos sólo como un cuicapicque, es decir, como un poeta nahua poscortesiano. En el proyecto intervinieron fotógrafos, ilustradores y once diseñadores gráficos de las muy diversas escuelas y estilos, como fácilmente puede observarse, casi todos con una amplia experiencia profesional que se hace evidente, creo, en la contemplación directa de la poesía visual de los carteles. Un proyecto, entonces, colectivo que reafirma la convicción de que la poesía es, siempre, la voz de la tribu.